martes, 1 de junio de 2010

El pan no engorda

Quédome totalmente anonadado al escuchar la noticia que un gran compañero mío, y erudito donde los haya, me comunica en cuanto, por lo visto, se entera. Trátase de un suceso de gran importancia. Parece ser que, tras importantes investigaciones y después de mucho tiempo y esfuerzo, los científicos han demostrado, para desconcierto general, que el pan no engorda.

No quisiera imaginar el revuelo que tal noticia desencadenaría; tanto tiempo engañados, dirían unos; parece mentira, dirían otros. Sin preguntarle a mi muy estimado colega las razones por las cuales se atrevían algunos a enunciar tal cosa, me dediqué a sonreírle con complicidad y juntos nos reímos de estas personas obesas, esclavas de un régimen severo, del pan integral y del footing.

Después de reírme, es decir, cuando el ataque de histeria comenzó a remitir, pregunté a mi siempre querido amigo a qué se refería con esta extraña, aunque divertida historia. Él, para sorpresa mía, siguió riéndose ahora con más intensidad. Mi estupor no conocía límites, pero sobreponiéndome empecé a sospechar que, tal vez, mi admirado compañero se estaba riendo en realidad de un servidor. Me enfurecí casi al instante y reclamándole una explicación le pregunté:


- Al final, ¿el pan engorda o no engorda?

Mi pregunta debió parecerle tremendamente graciosa porque cayó al suelo dominado por histriónicas convulsiones que me comenzaron a preocupar. Tras un breve período de tiempo consiguió calmarse y aún con lágrimas en los ojos me dijo:

- Efectivamente, el pan no engorda, eso te lo aseguro, lo que ocurre es algo bien distinto.

- ¡¿Qué?!
- Pregunté un poco impaciente ya con esta historia. Él me dio una respuesta que me llenó de desdén y que hizo que nuestra amistad se deteriorara gravemente:

- Como decía, el pan no engorda, los que engordan son los que se lo comen, naturalmente.

FIN

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