viernes, 4 de junio de 2010

Paradoja

Sírvase el mundo un trozo de mi hígado,
cate una rodaja, de buen tamaño, de mi riñón,
paladee sin premura, recién arrancado, mi corazón.
Y hágalo tranquilo, sin cuidado.

Que ninguna pérdida he de lamentar.

Pues al estar vacío de angustias soy desolación.
Al estar libre de ataduras soy un condenado.
Al vivir mi albedrío al destino estoy encadenado.
Sin miedo a la alegría soy desesperación...

¡Y títere de mis manos! ¡Y enemigo de mi amor!

Y reconozco la ternura, la congoja, en el pecho la presión,
a la dulce luz de la luna preámbulo del amanecer,
costumbres que alimentan los años y yo dejo crecer,
buscando siempre, taimado, la tregua de la inspiración.

Para al final decir que soy feliz por no estar solo en mi desdicha.

Cruel desatino que la razón no pondera,
devuélveme la vida que así te entregué,
permíteme, sin dejarme a tu merced,
alzar el vuelo, muy alto, aunque no quiera.

FIN

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